LA MISTERIOSA MUERTE DE ARRASATE

El inspector Maroto se aproximó a la escena del crimen donde se encontraba el cadáver del industrial Arrasate cosido a puñaladas; sobre la mesa del salón, una botella de brandy acompañado de dos copas; la primera con apenas unas gotas en su fondo y una marca de lápiz de labios rojo en el borde. La segunda vacía. Sobre el mantel, la salpicadura de alguna gota de brandy del tamaño de una lenteja. Ante sí, un crimen perfecto casi irresoluble.
—¿Quién pudo ser, inspector? —preguntó el agente Calvente.
—El asesino trató que pensáramos que fue una mujer… pero su autor fue un hombre. La marca del lápiz de labios es muy evidente. Si el asesino bebió brandy, el licor hubiese borrado su impresión sobre el cristal de la copa, o sería menos visible. Así que se pintó los labios con posterioridad para engañarnos. Arrasate apenas lleva un par de horas muerto… caso cerrado: Calvente, queda usted detenido.
—¿Pero… en qué se basa? —contestó éste, sorprendido.
—En sus conocimientos policiales, el olor a brandy de su aliento… y sobre todo en esa absurda forma de presentarse aquí, con los labios aún pintados de carmín rojo.

Autor: Puyana Domínguez Juan Alberto
Sanroque (Cádiz)