LA VOZ DE LA LENTEJA
Mientras deslizaba sus dedos, delicadamente, sobre los tallos endebles y las pequeñas flores blancas, evocaba el repetitivo sueño. Aunque escéptica, se lo comentó a quien presumía de interpretar el mundo onírico.
Que yo sepa, soñar con ese tipo de gramíneas está relacionado con la toma de decisiones- le reveló su amiga. Entonces, el color de la piel de Fermina quedó como el papel.
Obsesionada, se adelantó a remover, como fichas de dominó, las letras de su juego preferido; el de todas las tardes. Sobre la mesa construyó la palabra LENTEJA y jugó con sus posibles combinaciones. La ene sobraba y necesitaba una a inicial. ¡Lo vio claro! El sueño representaba un presagio. Si él aceptaba el canjeo, sobrarían las explicaciones… ¡Mucha suerte debía tener!
Aquella tarde, los astros, los dioses o no se sabe qué, le concedieron las tan anheladas piezas. Cuando Julián aceptó el intercambio de letras, Fermina volteó el casillero y se lo mostró decidida. Antes de que su marido pudiese reaccionar, la mujer se levantó de su asiento; el de siempre, y se marchó.
Autor: Martina Villar Fernández
Las Palmas de Gran Canaria