Aquella cálida noche de verano cenaba al raso una familia de humildes campesinos mientras admiraba el espectacular manto de estrellas del cielo terracampino. Al terminar la cena, quiso la madre dormir a sus hijos con esta antigua historia…
Hace muchos siglos, cuando los pueblos vivían errantes, no había en el firmamento estrellas ni luna y la noche era tan oscura como un pozo sin fondo. A la luz de un pequeño fuego, varios caminantes descansaban esperando que el alba les permitiera reanudar su marcha. “¿Tenéis resguardo y comida para un hambriento?”, les dijo un desconocido. Los viajeros, gente sencilla y acogedora, le ofrecieron sitio junto a la lumbre y un cuenco de lentejas con un trocito de pan. El desconocido, en realidad un poderoso mago, sonrió agradecido y exclamó: “nunca más tendréis noche oscura”. Y sujetando entre sus manos el cuenco de lentejas, las impregnó del brillo incandescente del fuego y las lanzó con fuerza hacia el cielo para llenar de luz el firmamento. Por eso, desde hace siglos hasta hoy, las estrellas que veis allá arriba son pequeños puntitos redondos de luz y, junto a ellas, la luna brilla con forma de trocito de pan.
Iñaki Álvarez Álvarez, de Bilbao (Vizcaya)