FINALISTA La última voluntad del condenado fue muy humilde: solo quería comer un plato de las lentejas de su madre. Llorosa y enlutada, la mujer se presentó con un generoso puchero de barro bien tapado. “Dios mío, cómo huele esto”, pensó el guardia de puerta al comprobar que no escondían arma alguna, y no pudo resistirse a probarlas. “Deliciosas”, exclamó en voz alta, dándoles otro tiento. Así, el contenido de la olla fue menguando poco a poco a su paso por cada centinela, y cuando llegó a la celda del sentenciado ya apenas quedaba una ración. “Te ha traído poco tu madre, lástima, porque tienen muy buena pinta”, le dijo el encargado de servírselas, limpiándose aún los labios con el dorso de la mano. Minutos después la alabada cocinera abría a su hijo todas las puertas, mientras sus carceleros roncaban en el suelo. “Sí, las lentejas de mi madre quitan el sentido”, le había respondido el reo a su guardián.Sol García de Herreros Madueño, Segovia Escucha el Microrrelato Narrado por David Sentinella Comparte esto:Haz clic para compartir en Facebook (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para compartir en Twitter (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para enviar un enlace por correo electrónico a un amigo (Se abre en una ventana nueva)Haz clic para imprimir (Se abre en una ventana nueva)