—Que no se te haga tarde para la comida —dijo el abuelo—, que tengo partida de dominó esta tarde.
Y nos dejó a la abuela y a mí en la cocina, de pie frente a los fuegos.
—Mira, esta serías tú —dijo la abuela mientras me mostraba la palma de la mano—. Esta sería tu madre, que vendrán mañana a recogerte. Estas serían tus amigas, tus vecinas, tus profesoras, incluso la conductora del autobús, esa que me dices que te pone mala cara cada mañana. Esta otra sería yo, y esta otra, la más arrugada, la más fea, el abuelo.
—Abuela, no son más que lentejas —dije yo.
—Eso es, bonita, eso es, nada más que un puñado de lentejas —respondió ella—. Pero qué bonito es verlas todas juntas, ¿no?
Y las dejó caer en la cacerola.
Todas menos una, la más arrugada, la más fea, que arrojó al cubo de basura.
Autor: Santiago Eximeno Hernampérez, de Madrid