Le arrancaron de su vida sencilla, de sus ovejas y campos. ¿Qué hacía un viejo como él, en medio de aquel caos?. Seguía tumbado y dolorido, aunque su túnica estaba cubierta de más sangre ajena que de la suya. Tras la batalla, su mente estaba aislada del mundo. No se explicaba por quién o por qué había luchado. La tristeza y su pensamiento confuso, hacían que no tuviese a nadie de quien acordarse o por lo menos que mereciera un recuerdo. Con la mirada perdida en el horizonte, lo único que veía eran unos pocos árboles tan grises y secos como su espíritu, y no notaba el peso de la lanza que sostenía en la mano y con la que había arrebatado la vida de varios enemigos,…
En su mente atormentada, los árboles cual sirenas, le llamaban para calmar su espíritu y poner fin a su sufrimiento. Lloró, y aunque buscó un pensamiento que lo alentara, no halló ninguno. Mientras palpaba el trozo de cuerda que hacía de cinturón en su túnica, se levantó decidido dirigiéndose hacia los árboles, hacia su cruel destino. Mientras caminaba, percibió el aroma de un guiso de lentejas. Se paró, y soltó la soga,…
Autor: Juan Manuel Sánchez Ovejero, de Arroyo de la Encomienda (Valladolid)