Sentado en un peldaño musgoso por el salitre del océano y alzando la mano como Dios triunfante de gloria con una copa de vino, dirijo mi mirada hacia mi yo del pasado, donde los días pasaban entre mandiles y olores de caballas, arroces, garbanzos y canela. Esos días, donde la lluvia era acompañada de un plato de lentejas, donde mi abuela con su moño en alto como espada desafiante, lo sazonaba de amor, especias y verduras, removiéndola como el último plato de vida de un preso condenado por amor.
Años de vida sazonados con felicidad, presente inestable salpimentado con esperanza y futuro aliñado de agonía e incertidumbre. Mi pasado se terminó, mi presente se fragua tal agujero negro teñido de azul añil y mi futuro se construye y deconstruye como animal cebado para manjar humano.
Mirando al sol como muere en el fondo mar, me levanto con esfuerzo y tesón con la copa de vino en la mano de este peldaño desdibujado con tizas de sal y como guerrero defensor no de su rey, sino de sí mismo, tengo que decir gritando al mundo que soy y seré lo que siempre quise ser, uno mismo.
Autor: Manuel Jesús Rodríguez Villegas, de Isla Cristina (Huelva)