
A una venta en Tierra de Campos, llegó un desventurado paje…
-Tras fallecer mi señor, cargo con pobre bagaje. Trabajaré para usted por el pan y el hospedaje – dijo al ventero.
-No sólo pan te daré, sino gustosas lentejas y un jergón acomodable… si pactamos cierto
canje.
– Las lentejas me subyugan, pero el pacto… me está oliendo a chantaje.
-Vamos, chico, no será cosa que en tu pillería no encaje.
– ¿Quiere que me aboque al pillaje…?
-Sólo un poco, no te rajes.
-No me rajo, pero ejercer de ladrón no cabe en mi equipaje
-Mira, un vendedor de ropajes ocupa la primera alcoba… Sisa uno de sus trajes y lo creerá olvidado en otro anterior paraje.
– ¿Y si lo descubre, se encabrita y me arrea cual una bestia salvaje?
-No si dejas alguna pista que apunte a otro pelaje…
El chaval tuvo coraje. Veló entre cortinajes hasta conseguir una prenda que saldósu pupilaje. Mas no era del mercante, sino de un recio militar que hacía el mismo viaje, quien, al echarla a faltar, siguió un rastro amañado que conducía hasta el ventero malaje… Y sobre él descargó su aguerrido engranaje.
Autor: Juan Puertas Sánchez, de Canals (Valencia)