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Los caminos de aquella subyugante Tierra de Campos le reciben seductores.
El hechizante lienzo enriquece su paseo haciéndole olvidar el paso del reloj a cada trecho. Conspiran el tomillo, el espliego y el romero cuando sienten sus pasos que sin duda reconocen. Huele a flores silvestres, a savia viva. Tintinean entre sí las hojas de los chopos avarientos de aire. Los trinos de pájaros sin nombre siembran el aire de sonidos.
Le saludan, como viejos conocidos, los prometedores cultivos de las incomparables lentejas de aquella comarca castellana. Serán un día un exquisito manjar para los sentidos. Añora ese excelente cocido.
Acariciado por la cálida suavidad de la brisa primaveral busca como un lobo estepario un plácido rincón donde leer.
Encuentra un sitio con el suelo engalanado de colores fulgurantes que hipnotizan la mirada. Mecido por un sosiego cómplice, sus manos acarician la piel del libro. Poner letra al silencio le embelesa. Leer es su refugio donde puede desnudarse con la densidad de cada palabra. Siempre ha sabido que la lectura es una tiranía que acapara prisioneros.
Rodeado de flores reventando el verde del final de la primavera es un espacio de placer donde vivir otras vidas ajenas a la suya.
Autor: Jesús María Pérez García, de Vitoria-Gasteiz (Álava)